Una aventura inesperada



Era lunes, y como cada lunes, por la mañana, me encontraba estudiando en el cole. La profe estaba explicando las partes de un volcán en la pantalla. De repente el ordenador empezó a sonar...PI...PI…, y a continuación, en la pantalla apareció un cartel que ponía: VIRUS GRAVE. Todos nos asustamos.
Después de un minuto, se abrió un portal gigante en la pantalla, todos nos quedamos impresionados.
Jose Luis suponía que era culpa del virus, y Noa, Claudia, Sara, Luisa y Yo decidimos que deberíamos entrar dentro del portal para descubrir que se escondía detrás. Toda la clase estaba de acuerdo.
Las primeras en entrar fuimos las chicas porque los chicos tenían un poco de miedo.
Una vez todos dentro, contemplamos lo que había alrededor…


¡Estábamos en la luna! Todos con trajes de astronautas. Era impresionante, aprovechamos el momento: jugamos a carreras de salto, que con la gravedad era muy divertido, al escondite, utilizando los cráteres…
Cuando estábamos saltando ¡Se abrió un portal idéntico al de antes delante de nosotros!, y, como lo de la luna nos resultó tan divertido, decidimos entrar.


Al otro lado del portal ¡se encontraba la selva!, pero… Era muy extraña, los árboles no eran los mismos y olía como el cuarto de baño de un gigante con diarrea. En ese momento, descubrimos lo que pasaba, un Diplodocus de 12 m se nos plantó delante. Todos retrocedimos lentamente hasta escondernos detrás de unas rocas de granito. Desde allí contemplamos el paisaje, había un lago azul y transparente donde se bañaban algunos Braquiosaurios y sus crías.
Justo, cuando estábamos mirando una pareja de Triceratops, se abrió un portal, y por supuesto, nos metimos dentro.
Aparecimos en un mundo desconocido y Manuel reconoció que nos encontrábamos en ¡Marte!.
De repente, una luz potente se dirigió hacia nosotros; nadie se lo podía creer, ¡Eran dos marcianos montados en motos volantes! Tenían cabezas como melones y tenían un solo ojo.
Al principio, desconfiamos de sus intenciones, pero, cuando  nos invitaron a cenar, aceptamos todos porque teníamos mucha hambre. Había helado espacial (trocitos de anillos de Saturno con virutas de estrellas fugaces), y aunque no lo parezca, estaba riquísimo. También nos invitaron a dar una vuelta en sus motos, y yo me sentí como si hubieran encendido fuegos artificiales en mi barriga.
Por último nos dieron un regalo de despedida: era una foto de todos nosotros en Marte. Estaban triste por dejarlos.
Esta vez, al meternos en el portal,¡sorpresa! ¡estábamos en clase! Todos estábamos llenos de recuerdos de aquel viaje.