Había una vez, un camaleón que vivía en un bosque. Era un camaleón al que no le gustaba nada, pero que nada cambiar de color.
Un día le dijo a su madre que se marchaba en busca de una solución. Paseando por el bosque, se encontró con una oveja, a la que le preguntó si sabía algo para solucionar el problema. La oveja, que era muy educada, le dijo que no tenía ni idea, pero que podía ir a junto de la rana que a lo mejor ella sabía la solución, y, si no la sabía ella podía saber dónde vivía el animal más listo del bosque.
Allí fue todo contento porque por fin iba a encontrar un remedio.
Cuando se encontró con la rana, le contó todo lo que pasaba, pero ella le dijo que no sabía, además, todos los camaleones cambian de color. Entonces, le preguntó si sabía donde vivía el animal más listo del bosque y le dijo que no. Pero sí le dijo que podía ir a junto del lobo.
Él le dijo que ni de broma, que los lobos eran muy comilones. Entonces se marchó un poco triste.
Caminando por el bosque se encontró con un burro y el burro le preguntó por qué estaba tan triste, el le contestó que era imposible que el animal más burro solucionara su problema, pero el burro le dijo que por probar no pasaba nada, entonces le contó todo.
El burro le dijo que conocía a una persona ideal y perfecta que le podía ayudar, porque le gustaba mucho experimentar, y que tenía un nombre muy bonito. Él con interés le preguntó cómo se llamaba, y, el burro le dijo que se llamaba Luisa.
Allí fueron los dos, todos contentos, en busca de la casa de Luisa.
Al bajar una cuestecita y ver un precioso lago, vieron una casa a la que fueron corriendo como locos. Cuándo llegaron, tocaron al timbre y esperaron a que le abriera la puerta. La puerta se abrió y allí apareció con su precioso cabello, Luisa y una amiga que se llamaba Sara, la le dijo que podían entrar.
El camaleón muy nervioso le dijo que no le gustaba cambiar de color y Luisa le contó que como le gustaba experimentar, un día, inventara un color que sí te lo echabas, nunca, por ninguna razón, se te borraría, solo con otra poción.
Le dio a elegir un color y el eligió el azul.
De camino a casa, todo contento, iba pensando cómo se pondrían sus padres al verle. Cuando llegó, los padres se pusieron muy contentos porque por una vez no iba a tener que seguir aguantándolo. Y ese día todos cenaron su comida favorita: moscas y mosquitos. 