El perro negro(Reflexión)
El perro negro, un compañero que nos va a acompañar toda la vida. Unos grandes, otros pequeños, otros casi inexistentes pero siempre están ahí, no tiene por qué manifestarse a lo grande como todos pensamos que sucede, con grandes cambios de humor y alejándose del grupo social, a veces, simplemente un pequeño cambio como cada vez hablar menos y alejarse aunque sea un poco, una mirada basta para saber si una persona está deprimida, no es un encaprichamiento de la persona, es simplemente una enfermedad, la mayoría de la gente no cree que sea una enfermedad, si no un repentino ataque de debilidad, ¡Sé un fuerte, sé un hombre! Eso, sinceramente no ayuda, sobre todo si suelen ser personas con vitalidad, hay que tocar el tema con cuidado, escuchando más que hablando, y sin intentar contagiar tu alegría, diciéndoles que en el mundo hay gente que está peor, que no tiene que preocuparse.El perro negro de Mar
Erase una vez una niña que se llamaba Mar, ella era muy feliz, pero tenía un secreto,.
En lugar de jugar a las cocinitas o a las muñecas con sus amigas, apreciaba los deportes de riesgo, como la motocross y el puenting, pero lo mantenía en secreto, cuando sus amigas la llamaban para ir a jugar, mentía diciendo que no podía porque tenía deberes mientras jugaba con su hermano en las barricadas de San Cipriano a los Carts motorizados.
Se sentía mal cuando mentía a sus amigas, y, poco a poco, le fue creciendo un perro negro que crecía lentamente, le causaba dolor y dejó de comer, solo esos instantes de adrenalina con los deportes de riesgo le hacían olvidar sus preocupaciones.
Un día, sus amigas la llamaron y le dijeron que habían descubierto su secreto, y que no les parecía bien que se fuese sin decirles la verdad a jugar a esquí y patinar sobre hielo si ellas.Mar se dio cuenta de repente de lo que decían sus amigas ¡A ellas también les gustaban los deportes de riesgo!
Desde ese día no volvió a ocultarles nada y fueron siempre juntas a patinar y a hacer motocross, su perro negro desapareció por completo y volvió a disfrutar como nunca de los deportes de riesgo.Inés
El perro negro de mi amiga
Hola, mi nombre es Mónica, y os voy a contar la historia que pasó hace mucho tiempo en Gondomar:
Yo, iba al instituto, como muchos otros niños y niñas, allí tenía muchos amigos, entre ellos, mi mejor amiga, Alicia, que venía de un país muy lejano, Japón. Estaba aprendiendo nuestro idioma y se le daba muy bien.
Justo después de clase, le fui a decir si quería ir al parque al acabar de hacer los deberes. Alicia, tenía una cara muy extraña, y tenía los ojos muy borrosos, como si estuviese llorando.
Muy forzadamente me dijo que no, y se fue corriendo por los pasillos.
Como era mi amiga, no tenía otra opción, tenía que ayudarla.
A las cuatro de la tarde, fui a su casa en mi bicicleta; toqué el timbre y al otro lado de la puerta apareció su madre, que, como era tan simpática y cariñosa me dejó entrar.
Le expliqué que quería ver a Alicia, ella me dijo que estaba arriba, haciendo las tareas.
Subí al segundo piso, y llamé a la puerta de su habitación. Al otro lado escuché un “adelante” de muy mala gana. Entré con mucho cuidado, consciente de su humor. Esperé un rato hasta que ella reaccionó diciéndome que quería hablar conmigo, yo no me esperaba eso. Me explicó que necesitaba desahogarse con todos sus problemas, ya que no tenía a nadie más.
Me explicó lo que le ocurría, y como se sentía, me dijo que estaba preocupada por si la aceptaban por ser extranjera. Yo tenía muchas preguntas, pero la dejé hablar. Cuándo acabó me dio las gracias por mi atención y me fui a casa.
Como mi padre es psicólogo le conté que le pasaba a Alicia, y él me respondió que se trataba de un perro negro.
Al día siguiente, hablé con Alicia y le dije que fuera a ver a mi padre a su consulta a las cinco de la tarde, Alicia aceptó.
Yo, por la tarde, iba al parque, pero mi padre no me dejó porque dijo que era bueno que apoyara a Alicia.
No entendí muy bien lo que le decía mi padre a Alicia, pero entendí que tenía que hacer más ejercicio, ya que eso le ayudaba a olvidar sus problemas. También le dio antidepresivos, pero que al tomarlos no se pasara de las medidas necesarias.
Alicia, faltó los cuatro días siguientes, y al quitó volvió. Parecía como si una hada la hubiese modificado hasta que estuviese en plena forma y de buen humor.
Lo mejor de todo era que ahora tenía más amigos y que su depresión se había esfumado.LUCÍA
El “perro negro” de Edelmira
Érase una vez una señora mayor llamada Edelmira, que vivía con sus hijos en una casita que había en el pueblo y que se encontraba un poco separa de todas las demás.
Un día, los hijos de Edelmira se fueron de casa a vivir a la ciudad para conseguir trabajo. Cuando se marcharon, le prometieron a su madre que volverían cada fin de semana.
Pasaron muchos días, y los hijos de Edelmira iban cada vez menos, hasta que dejaron de ir. Edelmira estaba empezando a ponerse cada vez más triste y empezó a crecerle un pequeño “perro negro”.
Tenía un vecino que iba a visitarla y cuando la veía triste, le contaba chistes para hacerla reír, o le decía que eso no era nada, que en el mundo había mucha gente que estaba mucho peor. Pero eso solo la hacía sentir peor de lo que estaba.
El panadero Valdino, había estado llevándole el pan cada día, durante los últimos 18 años. Por eso se dió cuenta de que a Edelmira le pasaba algo, no era la de siempre. El ya sabía que sus hijos se habían ido y pronto entendió que estaba cayendo en una depresión. Así que decidió ayudarla.
Iba a visitarla muy a menudo y escuchaba todo lo que ella le decía.
Valdino le dijo que tenía una enfermedad y que tenía que ir al médico. La acompañó a cada cita, aunque alguna que otra vez tuviese que soportar sus quejas y enfados.
También la invitó a salir a pasear, y eso la relajaba y hacía que Edelmira durmiese mucho mejor. Además Valdino decidió llamar a sus hijos, ya que él sabía que eso era muy importante para ella. Los hijos le explicaron a su madre que trabajaban los fin de semanas y no podían ir a menudo porque les quedaba muy lejos. Aún así, empezaron a visitarla más frecuentemente y eso hizo que el “perro negro” de Edelmira dejase de crecer y poco a poco a desaparecer. NOAHistoria se llama Mark,
El protagonista de esta historia se llama Mark, vive en Estados Unidos, y estudia en un instituto que hay cerca de su casa.
Este niño siempre iba muy bien con las notas, no tenía problemas en la familia ni con los amigos, la vida le iba, digamos “perfecta”.
Esto llegó a su fin el día que le dieron la nota de un examen de matemáticas, había sacado un 2. Él siempre sacaba buenas notas, y no encontraba explicación para eso.
Decidió que no se lo contaría a sus padres, pero que se esforzaría más. Sin embargo eso no funcionó, puesto que los padres no sabían lo de la nota y no le ayudaban.
Comenzó a ir a peor con las notas, sus amigos empezaron a enfadarse con él y comenzó a tener menos. Llegó un momento en que no podía más y le dijo a sus padres que quería cambiarse de instituto, les dijo que ya no tenía amigos, y los padres accedieron.
En el otro instituto no le fue mejor, como él pensaba, le fue mucho peor, si en el otro cole tenía pocos amigos en este no tenía ninguno. ManuelEl pequeño “perro negro” de Andrea
Había una vez una familia que estaba formada por tres personas: una hija llamada Andrea, un padre que su nombre es Fran y una madre que se llamaba Julia.
La madre siempre le decía a su hija que hiciese los deberes, y no le permitía sacar notas bajas (claramente esto lo hacía para que se concentrarse más en los estudios).
Andrea fue como todos los días al colegio. Entró en su aula y la profesora le dijo a los niños: Tenéis que traer para mañana una redacción sobre los caballos, de 10 líneas máximo.
Al llegar a casa, Julia le preguntó a Andrea si trajo deberes, y ella le dijo que si. Después de comer, Andrea se fue rápidamente a su cuarto para hacer los ejercicios que le mandó su profesora: hizo una redacción sobre los caballos de 23 líneas.
Al día siguiente, Andrea fue al colegio muy contenta por la redacción que había hecho. En clase, la profesora vio todos los trabajos, y en la pizarra puso el nombre de cada alumno con su nota: a Andrea le puso un cero. Andrea, muy preocupada, le preguntó por qué le había puesto esa nota y ella le respondió que había hecho 23 líneas, no 10.
Andrea, muy disgustada, iba pensando en lo que le diría a su madre al llegar a casa. Entonces, habló con su amiga Lidia, y ella le dijo que no se lo contase a sus padres, porque si no le iba a tocar una bronca… Y así hizo Andrea.
Cuando Andrea llegó a casa, estaba muy nerviosa y preocupada, por si los padres le preguntaban qué nota había sacado. Los padres la vieron muy agobiada y no le preguntaron nada, y eso le hizo crecer su “perro negro”.
En el cole, Andrea se olvidó de traer los deberes. La profesora le mandó una nota para que la mirasen sus padres. Muy claramente, su perro negro había aumentado, porque decidió que no se lo diría a sus padres.
En casa, Andrea empezaba a sentarse sola y encogerse, los padres dudaron un poco pero lo dejaron pasar.
A Andrea, cada día le aumentaba más su perro negro. Hasta que su mejor amiga Sofía se enteró de su problema. Entonces, Sofía iba todos los días a junto de Andrea, para que le hablase, para hacer deporte con ella…
De esta forma, a Andrea se le iba yendo el perro negro, pero no del todo.
Un día, Sofía se encontró en el supermercado a los padres de Andrea, y ella le dijo lo que le pasaba a su hija
Al día siguiente, Fran y Julia (los padres de Andrea) la llevaron al psicólogo porque no era la primera vez que se sentía mal: allí, Andrea le dijo todo lo que le pasaba.
Después de una semana, Andrea ya se encontraba como siempre, su “perro negro” se había ido.Laura
“Mi perro negro”
Recuerdo el día que empezó todo, ese día estaba muy ocupada, con mil cosas en la cabeza.
Recibí una llamada, en ese momento una sensación de desesperanza paso desde los pies a la cabeza dejando como resultado un nerviosismo fuera de lo normal; era mi vecina, me decía que estaba viendo a los policías llevarse mi coche nuevo por haber aparcado mal. Como mi trabajo estaba cerca de casa había ido andando. Después de que Carmen dijera “ven rápido” yo ya estaba en la acera del barrio, gritando desesperada por mi coche.
Ya no podía, me lo habían quitado 1 semana, entré en casa y al pasar otra sensación me entró en el cuerpo.
Pasaron días y yo no había salido de casa, sentía un vacío emocional más profundo que un pozo. Justo en ese momento mi amiga apareció por la puerta con una sonrisa que me dió envidia: ella estaba feliz, yo no.
Me quiso ayudar y me invitó a un café, le expresé como me sentía y me quedé a gusto, me eligió a un profesional en la depresión y me acompañó a todas las citas psicológicas que pedía.
Después de poco tiempo me sentía viva, empecé a hacer deporte y a descansar las horas adecuadas, volvía a ser como antes, todo gracias a mi amiga… No se puede combatir contra esta enfermedad sola. Sara