Redactad un cuento dialogado utilizando los verbos: preguntar, responder, exclamar, gritar, murmurar, sugerir, añadir, continuar, contestar, ordenar, y otros parecidos, pero sin usar el verbo decir.
Escribid en el texto el mayor número posible de pronombres personales, posesivos o demostrativos.
Escribid en el texto el mayor número posible de pronombres personales, posesivos o demostrativos.
EL BAÚL MISTERIOSO-José L.
Había una vez un niño muy curioso que se llamaba Pedro. Un día fue a casa de su abuela y se puso a jugar con el hijo del vecino, Juan, el cual preguntó:
-¿Podrías enseñarme la casa de tu abuela?
-Por supuesto –contestó Pedro.
Mientras caminaban por el desván, ya que habían visto todas las habitaciones, Juan vio un baúl muy extraño.
-¿Qué hay dentro de ese baúl?
-¿Cuál?
-El de la esquina –respondió Juan.
-¡Ay va! Nunca lo había visto –exclamó Pedro.
Los dos se acercaron al extraño arcón.
-Podríamos forzar la cerradura –sugirió Juan.
-De acuerdo. Dame esa barra –ordenó Pedro.
Después de un largo rato intentándolo, consiguieron abrirlo.
-¡Increíble! –gritó Juan.
-¡Asombroso! –añadió Pedro.
Dentro del baúl había… ¡Una galería secreta! No se lo podían creer. Allí delante estaban unas escaleras que continuaban hasta llegar a un oscuro túnel.
-Esto es muy raro –comentó Pedro.
-Y que lo digas. Si tuviésemos una linterna... –murmuró Juan.
-¿Una linterna? Puedo conseguir una.
-¡Perfecto! ¿Quieres que vaya contigo?
-No, no hace falta.
Mientras Pedro iba a buscarla, Juan se puso a esperar impacientemente, emocionado por la proeza que iban a realizar.
-Aquí la tengo –anunció Pedro.
-Bien. Pues vamos a lo nuestro.
Los dos amigos bajaron por las escaleras y comenzaron a inspeccionar el sombrío corredor. Las paredes y el suelo eran de piedra y el techo de una madera desvencijada por el tiempo.
-¿A dónde conducirá esto?
-No sé –contestó Juan–. ¿Cómo voy a saberlo?
-Deberíamos volver atrás. Ya seguiremos otro día.
-Tienes razón –afirmó Juan.
Al día siguiente, volvieron a abrir el baúl, pero ya no quedaba nada de aquello que habían visto ayer. Sólo contenía un par de herramientas viejas. No salían de su asombro.
-¿Qué ha pasado con nuestro pasadizo? –preguntó Juan.
Resultaba que el baúl era mágico, y pocas veces mostraba su verdadero secreto. El tesoro perdido- LUCÍA
Personajes: Noa, Manu, Inés, Claudia, Sara, Pepe y Yo
Aquel día, era un día de verano, un día de esos calurosos, en el que normalmente vas a jugar al parque.
Yo, había quedado con 6 amigos en el de la Coelleira, al lado de la pista.
La primera en llegar fue Noa, a continuación yo, luego Manu acompañado de Pepe y acto seguido aparecieron Claudia e Inés. Sólo faltaba Sara, que al poco tiempo llegó corriendo, con la cara de un color rojo muy intenso.
- ¿Qué te pasa? -le preguntó Noa.
- Uff.. Yo… Allí atrás… Uff…
- ¡Quieres explicarte mejor! Se notaba que Pepe estaba perdiendo los nervios.
- Venid y os lo explicaré.
Todos nosotros la seguimos. Subimos unas escaleras, y Sara señaló hacia un lugar en el que no había absolutamente nada.
- Imposible, hace un momento, estaba ahí…
- Necesita relajarse -observó Claudia.
Entre todos ayudamos a Sara para que se sentara en un banco.
Manu, un poco cansado, se apoyó contra la pared y ésta, al mismo tiempo, se hundió.
- Ahhhhh!!! -gritó Manu.
Todos nos giramos y vimos que Manu había desaparecido.
- ¿Manu?, ¡Manu!
Entonces escuchamos una voz al final del túnel que se había abierto en la piedra.
- Estoy aquí, estoy bien -contestó Manu.
- ¿Alguien me puede explicar lo que está pasando? -preguntó Pepe.
- Creo que nadie sabe con certeza lo que está ocurriendo -le contesté.
Al llegar al final del túnel nos encontramos todos en una especie de cámara; Manu señaló algo y Sara se le volvió a poner la cara roja.
- Es eso, eso es lo que ví en la entrada del túnel -respondió Sara con asombro.
Entonces, todos pudimos comprobar que, pegado a una de las paredes, había un disco de color dorado con muchos símbolos.
- Es un disco maya -observó Inés. Tengo un libro en mi casa, que habla de estos símbolos, puedo intentar descifrarlo -sugirió Inés.
Inés se concentró durante unos segundos, y al acabar puso cara de asombro.
- El disco dice: “Algún día, 7 niños, este disco encontrarán y pruebas tendrán que superar, para el tesoro encontrar y el mundo salvar”.
De repente, a Inés se le cayó el disco al suelo, y todos nosotros pudimos comprobar la parte de atrás del disco en el que había una parte que sobresalía. Claudia la abrió y dentro apareció un tablero de juego con esta inscripción en la tapa: “Jumanji”
Todo el mundo empezó a murmurar.
Yo, abrí un cajoncito y encontré siete piezas con forma de animales, cada uno cogió una.
- Yo cogeré el mono -empezó Inés.
- Manu, coge tú la serpiente.
- Vosotros, coged la que más os guste.
A mi me tocó el rinoceronte.
- ¿Te gustaría empezar? -le pregunté a Pepe.
- Vale… -respondió muy poco convencido.
Colocó su ficha sobre el tablero y ésta se puso sola en su casilla. Todos nosotros hicimos lo mismo. Pepe tiró los dados. En la esmeralda que había en el centro del tablero se vieron unas letras, y Pepe empezó a leer.
“Ten cuidado, quedarse quieto nos es bueno, si no empiezas a correr, acabarás en su mandíbula”.
Todos nos miramos, y sin pensarlo dos veces nos levantamos, y al mismo tiempo se escuchó un rugido.
- ¡¡Corred!! -grité.
Al final de la galería había un león que parecía hambriento. Todos empezaron a correr hacia el final de la galería. Todos menos Manu; él se quedó parado.
- ¿Qué haces Manu? -le gritó Noa.
Entonces el león se acercó a Manu, lo olió, y a continuación se tumbó en el suelo.
- ¿Cómo has hecho eso? -le pregunté.
- Muy fácil. -respondió él.
- Lo leí en un libro: los leones son como las avispas, si no le haces nada, ellos tampoco te harán daño -añadió Manu todo convencido.
- Bien,¿quién quiere ser el siguiente? -interrogó Lucía.
- Seré yo -contestó Claudia llena de valor.
Claudia tiró los dados, un 10. Clau, leyó lo que decía la esmeralda: “Unos simios muy simpáticos, la misión te impedirán continuar”
Y antes de poder actuar unos monos salieron del juego. Entonces, tuve una idea.
- Sara, dile a Noa y a Claudia que bailen, a ver si así entretenemos a los monos mientras que yo tiro -le murmuré.
Y así hicieron, y los monos se quedaron hipnotizados.
Yo, espabilé un poco y tiré los dados, y a continuación, leí: “Crece más rápido que el bambú, si no eres hábil te atrapará”
Y de una entrada de la galería salieron unas plantas carnívoras que debían de crecer 3m por segundo.
- Coged las espadas egipcias y cortar las plantas -ordené yo.
Así fue, todos cortamos las ramas. Noa, Claudia y Sara pudieron parar de bailar, porque la planta había cazado a los monos. Mientras salíamos de la cámara, até el juego a una cuerda a la cual até también una espada de hierro. Todos nosotros corrimos y yo tiré el juego al llegar al río y se hundió.
Para nuestra sorpresa, todo había desaparecido, los monos, las plantas…
- ¡Lo hemos conseguido! -exclamó Noa.
- ¿Y el tesoro del que hablaba la inscripción?
Entonces, Inés miró hacia la galería, que ya estaba cerrada pero, en la entrada, había una montaña de monedas de oro.
Al final parte de este dinero lo donamos para comprar un lápiz táctil que tanto le gustaba a Manu y a Pepe.
El secreto de Aitana---SARA
Las policías de Gondomar-Luisa
La hormiga y la cigarra-MANUEL