LAS PERIPECIAS DUN DIENTE- Lucía


Cuando tenía ocho años me pasó una historia muy extraña.


Estaba en casa jugando con mi hermana a lanzarnos un peluche; cuando iba a tirárselo, me resbalé y caí de morros en el suelo. Al levantarme, la boca me sangraba y al abrirla, la mitad de un diente cayó al suelo. Más tarde, cuando mi madre volvió del trabajo, se lo conté y fuimos al dentista con el trozo de diente para que me lo pegara. Todo quedó perfecto.

Una semana más tarde, en el cole, al terminar la clase, levanté la silla para ponerla en la mesa y ¡CATAPLÚM! me volví a romper el mismo diente. El trozo cayó al suelo y siendo el suelo blanco no encontramos el trozo de diente. Pili y Rogelio siguieron buscando. Una hora más tarde, llamaron, contentos, a casa para decir que lo habían encontrado. Mi madre les pidió que lo pusieran en agua; Rogelio lo puso en un vaso y para no perderlo, lo metió en su despacho. Pero... la señora de la limpieza tiró el vaso de agua por el váter. Rogelio, al preguntarle por el vaso, le dijo que lo había vaciado; Rogelio se lo explicó todo. La señora de la limpieza no paraba de llorar. ¡Diente perdido! Tuve que volver al dentista para hacer una reconstrucción.

Más o menos un mes más tarde, fui al supermercado. Al salir del ascensor, iba corriendo detrás de mi madre y de repente se apartó y me di un golpe en el marco de hierro de una puerta. Me volví a romper el diente y tuvimos que ir a una cafetería para pedir un hielo porque sangraba mucho. El diente se había desintegrado. ¡Vuelta al dentista!
Desde entonces, tengo mucho más cuidado.Lucía